El origen moderno de la Auditoría Interna se atribuye a la crisis de mercado acaecida en 1929 en los Estados Unidos. El endurecimiento de la normativa sobre fiabilidad y transparencia de la información contable, así como la mayor responsabilidad de los gestores en los países desarrollados llevó en aquel entonces a las compañías a contratar auditores externos.
Luego de la depresión, el proceso de la auditoría que realizaban los auditores revisores cada vez era más extenso, por lo que debieron recurrir a la realización de auditorías intermedias. La extensión de los trabajos obligó a implementar un sistema de control interno que inspirara confianza a los auditores para que estos pudieran apoyarse en él, limitándose al estudio selectivo de las partidas. Desde entonces los objetivos de la función son dos: la auditoría del balance, para obtener un resultado más seguro, y una auditoría permanente sobre la gestión de la empresa. En un principio el objetivo era la contabilidad ya que esta, al ser realizada en forma manual, reflejaba muchos errores. Cuando aparecieron medios mecánicos de registración, el auditor interno comenzó a trabajar en otro tipo de comprobaciones, especialmente controles de caja, haberes y existencias. La auditoría interna, como profesión específica, definida e independiente, no emergió hasta el año 1941, cuando se crea The Institute of Internal Auditors, en los Estados Unidos de Norteamérica. Este instituto ha regulado la profesión de auditor interno. Posteriormente, el auditor interno salió de los registros contables e ingresó en la faz actual.
Últimos desarrollos.
La reseña anterior nos muestra que la auditoría interna, en una primera etapa, era identificada básicamente como una función de cumplimiento dentro de las compañías. El auditor externo tenía como objetivo verificar la exactitud de la información financiera de una empresa ante diversos usuarios externos, como ser inversores, bancos, acreedores o el Estado, mientras que el auditor interno estaba centrado en los intereses de los propietarios y directores de las organizaciones. Por ello, verificaba no solo el cumplimiento de la normativa externa sino también la interna, así como también protegía los activos de las compañías ante diferentes riesgos, sobre todo el fraude.
El mundo en el que opera la auditoría interna está en un permanente cambio. Las empresas pasaron de verse enfrentadas a una demanda de productos y servicios, superior a los ofrecidos por las mismas, a una oferta que superaba la demanda. Los procesos informáticos llegaron a las compañías, así como la competencia global. Asimismo, cada vez más tienen mayor importancia los activos intangibles y la gestión del conocimiento. Por ello, no alcanza con proteger los activos clásicos de una empresa, hay que proteger la cartera de sus clientes, las bases de datos, los conocimientos y la experiencia de su personal, la calidad de los productos y servicios. Hay que ser competitivo y la auditoría interna debe celar por ello. En la actualidad, la mayoría de las entidades reconocen que la función de auditoría interna, dado su campo de acción en todas las áreas y niveles de la organización, cuenta con un posicionamiento estratégico para ayudar a las mismas a enfrentarse a nuevos retos, riesgos y muy especialmente a estar alerta ante los eventuales fraudes. El riesgo de fraude existe en todos los negocios y organizaciones. Se destaca la característica de que los fraudes son cada vez más tecnificados y difíciles de identificar. No solo se tecnifican las prácticas, sino el nivel técnico de los defraudadores. Existen redes de fraude amplias y muchas veces se externalizan las operaciones con el riesgo adicional que ello implica. Asimismo, la mejora continua se aplica a todos los procesos de una organización, incluyendo al de auditoría interna y control interno. Por ello, la auditoría interna tiene la responsabilidad de velar por la mejora continúa en todas las áreas, procesos, productos y servicios de una compañía, entre otros aspectos para que sea competitiva en el mercado. Es una actividad estratégica y clave en cuanto a prevención.
Uno de los mayores desafíos es añadir cada vez más valor agregado a su función. No solo debe participar activamente en la evaluación del control interno y la detección del fraude. Cabe destacar que la falta de control interno es citada como la debilidad más importante que contribuye al fraude. El mayor número de casos se produce en el área de contabilidad, ya sea manipulando pagos o facturaciones falsas, entre otros. Los mayores importes se ven en la alta dirección como ser corrupción, facturas falsas, reembolsos de gastos entre otros. Comenzando el siglo XXI, en el marco de un buen gobierno corporativo, sistema a través del cual las corporaciones empresariales son dirigidas y controladas, la auditoría interna debe aportar buenas prácticas para las organizaciones, fiabilidad y confianza en los sistemas de control interno, salvaguardar activos y el ahorro de costos, impulsar el cumplimiento de la estrategia, siendo una conexión entre los diferentes elementos del gobierno corporativo, supervisar leyes y normativas y ser un facilitador de la gestión de riesgos.

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